En los últimos años los científicos de la computación y algunos matemáticos han prestado atención al comportamiento colectivo de ciertas especies de insectos y mamíferos, que centran su comportamiento en la comunicación y en intereses colectivos. Si revisamos con atención algunas comunidades, tal como las hormigas, los enjambres de abejas, de peces y de pájaros podemos ver procesos sofisticados, orientados para el mantenimiento grupal y, específicamente, para resolver problemas concretos, tales como la provisión de alimentos y la preservación de la especie. Un punto característico de este tipo de comportamiento es la ausencia de liderazgo en el grupo, y cuando existe un líder el sujeto es del sexo femenino, orientado más para garantizar la procreación de la especie que para el ejercicio del poder.
Para
ejemplificar casos concretos podemos citar el caso de las hormigas. El proceso
básico del grupo es la provisión adecuada de alimento para el mismo. El proceso
es bien interesante y simple. Las hormigas salen en una busca aleatoria, sin ningún
control central, alrededor del hormiguero, con la única capacidad de dejar un
rastro en el camino, el cual pude ser observado por sus colegas. Este rastro es
un producto bioquímico, que los biólogos llaman de feromona, tal como el
perfume que usan las mujeres para crear el ensueño en los hombres, dejando un mensaje simple, tal como “yo estuve aquí y tengo
valores…” En el caso de las hormigas es
bien más simple, pues si dos hormigas siguen el mismo camino, la feromona
depositada en el mismo se refuerza, llamando la atención de más colegas, que
tentarán seguir el mismo trayecto. Si una nueva fuente de alimentos está lejos
del hormiguero, la feromona de una hormiga tiende a evaporarse. Al poco tiempo
todos los individuos estarán siguiendo el camino que más tuvo caminantes, tal como una caravana en la inmensidad de
posibilidades, de posibles recorridos, en fila india, y sin ningún tipo de
liderazgo grupal. Lo espantoso de la simplicidad de esta descripción es que los
científicos descubrieron, hace casi dos décadas, que el camino descubierto, al
final del proceso de búsqueda para una fuente de alimento, es siempre el mejor de todos, el más corto y el que tiene
la mejor relación de costo-beneficio. Otros procesos similares pueden ser observados
en los cardúmenes, en los agrupamientos de aves, en las abejas, en los sapos,
en los murciélagos, en las luciérnagas, y podrían ser citados otros ejemplos
similares.
Un tarea
tal como investigar la mejor fuente de alimento, obteniendo el mejor resultado
posible, con el menor esfuerzo, es conocido en la comunidad científica como proceso
de optimización. Y el mismo tiene aplicaciones posibles en diferentes áreas
como la economía, la ingeniería, la
física, la química, la medicina, entre
otras posibles. Lo interesante es que los procesos de optimización observados
en diferentes especies biológicas puede ser representados en ecuaciones
matemáticas simples, convertidos en algoritmos, y posteriormente traducidos en
programas de computador. Por este
motivo, muchos programadores se ganan la vida en una área relativamente nueva
de la computación, denominada de computación bioinspirada.
Las
características esenciales que pueden ser observadas en este tipo de procesos
biológicos son la falta de un liderazgo evidente durante el proceso; la
existencia de un objetivo concreto (tal como la descubierta de una nueva fuente
de alimento); la busca sin aspectos rígidos de jerarquía; la ausencia de ego o su poco valor con respecto a un proceso
colectivo, cuyo objetivo es evidente, simple e incuestionable; la simplicidad implícita
en el transcurso, y la belleza evidente que sólo puede ser vista desde afuera,
por un observador atento y sensible. Y
hablando de belleza podemos observar que en los procesos de comunicación de
algunas especies, que visan transmitir las descubiertas para el grupo, puede ser observada la danza, como en el caso de la
abejas; el canto, como observado en los delfines; el teatro en el caso de los
sapos; el toque sutil, indirecto y perfumando, como ejecutado por las hormigas,
y los flashes de esperanza transmitidos por luciérnagas y cocuyos.
Hace
años discutíamos estos temas con César Giraldo y un grupo de colegas
estudiantes de doctorado, y el viejo amigo dijo al final algo como esto: “si
quieren una analogía de lo que me están contando, busquen algo sobre el tema de
los arquetipos; esa terrible descubierta del viejo Jung”. No es claro hacer una analogía de los procesos
bioinspirados y las teorías Jungianas, pero tampoco es difícil observar que
sobre un arquetipo la influencia del egotismo de un sujeto es nula, pues el
arquetipo está plasmado como un sello en el inconsciente de cada persona y
cultura, previo a la personalidad. El mismo César decía que el arquetipo era
información codificada, tal como las informaciones biológicas plasmadas en el
código genético, pero de manera más sutil. Y si un arquetipo puede ser representado
por un símbolo, el mismo tiene una interpretación que se puede revelar de
manera diferente para cada individuo. Tal como la electricidad se revela como
luz de diferentes colores en los leds, esos dispositivos electrónicos usados en
las modernas luminarias, dependiendo del material con que son fabricados. En su
simbología hay también un aspecto primordial, primitivo; sin embargo sofisticado (tal como las hormigas), como un camino, una posibilidad, que deja márgenes de maniobra
que pueden ser interpretadas como un acaso; la libertad en forma de laberinto.
Adicionalmente,
los arquetipos más profundos tienen un evidente carácter femenino; como observado
en el dragón, o en las figuras matriarcales, y como plasmado en los personajes
femeninos de grandes dramas de la literatura universal, permeados por la figura
del secuestro impuesto o voluntario. Así podríamos citar a Sita, mujer tierna e
incuestionable, causa válida para un drama que conjuga una alianza de humanos,
dioses y animales; principio y fin de la saga, pues todo termina cuando ella
misma, ya rescatada, decide retornar para su madre tierra, sin que el propio
Rama pueda hacer alguna cosa para impedirlo.
Podríamos
describir también a Helena de Troya víctima de su propia incapacidad de decidir
por sí misma lo que quiere (y aquí está la tragedia), y por lo tanto siempre secuestrada. Y por eso
Troya es destruida, saliendo Helena incólume de todo el drama; pero cayendo víctima,
finalmente, según la versión de Pausanias, de otra mujer, Polyxo, mujer de Tlepolemus;
que la destruye para vengar la muerte de su marido, primera víctima de la
guerra. Y porque no citar a Úrsula Iguarán, la matriarca de Macondo, que vive 120
años, muriendo ciega, entre la lucidez y la locura de los sabios, y que con su muerte
pierde sentido cualquier tipo de historia futura, dejando como única
alternativa descifrar los manuscritos de Melquiades; que nos llevan a
vislumbrar la figura del destino previamente escrito, mostrando el principio y
fin de una generación perdida. César nos decía que Úrsula era el propio
pergamino de la obra maestra de Gabo, el arquetipo original, el código a ser descifrado, del cual Melquiades
sólo había transcrito una copia, tal vez incompleta.
Y si
existe una figura central en los procesos bioinspirados, éste es del género
femenino, en la forma de una reina procreadora, que permanece quieta, dando sentido
al proceso, al comportamiento grupal, al código, al presagio, a la cábala, al algoritmo.
Pero si
observamos comportamientos sociales en los humanos sólo podemos percibir caricaturas, en donde
los egos individuales se perciben como
más importantes que los intereses grupales. En este sentido podríamos pensar,
de manera equivocada, que los regímenes
autoritarios serían los más parecidos con los comportamientos de los enjambres
biológicos. Cierta vez un colega profesor me contaba sobre sus experiencias cuando
era oficial de ejército; me decía algo como esto: “Carlos, cuando entrenábamos
los reclutas les hacíamos sentir rabia, pues una persona con rabia no piensa, y
así obedece más fácil”. O sea, si un soldado no tiene ego aparente en su grupo es
porque el mismo fue sofocado por el pecado de la ira, o del miedo, o de la
culpa; o sea por la propia fragilidad de su estructura. La misma situación
puede ser observada en los regímenes comunistas, en donde el objetivo central
es focalizado en una ideología, encarnada en un partido, en un líder, y siempre
con características masculinas. Y en todos los casos, el mayor problema es la
ausencia de un arquetipo, pues el mismo siempre está más allá de las ideologías,
creadas por las fábricas del pensamiento humano.
Una
vida sin conexión con lo esencial, sin auscultar más allá de cualquier ideología, de cualquier ciencia, e inclusive de cualquier arte
es una demencia, un verdadero peligro. Y tal vez el mismo problema ocurra en la
democracia representativa que utilizamos para organizarnos socialmente. Los
griegos, que la inventaron, tenías sus dioses arquetípicos que la organizaban. A nosotros, en la práctica, sólo nos restan los pecados.