domingo, 9 de mayo de 2010

Variaciones alrededor de infinitudes

Ver el mundo en un grano de arena

y el paraíso en una flor silvestre,

agarrar el Infinito en la palma de la mano,

y la Eternidad en una hora.

(William Blake)


El todo siempre presente en las partes y la partes abarcando el todo. La frase anterior resulta bastante interesante, y parece dar la impresión de transmitir un mensaje acogedor y simple; en donde hacemos referencia a algo sin algún atributo especial, sin apuntar el dedo para nada, ni para alguien específico, insinuando un espacio en donde no existen diferencias substanciales en los elementos que constituyen alguna posible unidad, a la que denominaremos aquí, sin muchas pretensiones, de “todo” o “totalidad”.

Para ir en el sentido de discernir sobre esta tácita infinitud hagamos el ejercicio de describir los números naturales, aquellos que aprendimos a manipular desde niños: 1, 2, 3, 4, …n, n+1. Podemos pensar que esta lista tendría un tamaño infinito y que por lo tanto nunca acabaría. Llamaremos a esta lista, sin preocuparnos por formalismos matemáticos, de conjunto. El tamaño de este objeto que acabamos de crear es denominado por los matemáticos como cardinalidad del conjunto.

Si seguimos por este procedimiento, podríamos ahora describir otro conjunto, por ejemplo el de los números pares: 2, 4, 6, 8, 2×n, 2× (n+1). Esta última lista fue fácilmente obtenida multiplicando cada elemento de la primera lista por 2. Podemos pensar, haciendo un poco de esfuerzo mental, que la cardinalidad del primer conjunto (los números enteros) es K y que la cardinalidad del segundo conjunto (de los números pares) es J.

Es intuitivo pensar que la lista de los números pares debe ser menor que la lista de los números enteros (o sea K > J), y hasta pensaríamos que su cardinalidad tendería a ser la mitad de esta última. Sin embargo podemos observar la tabla abajo para hacer algunas observaciones sorprendentes.

Como podemos observar, es perfectamente posible hacer una relación de cada elemento de un conjunto con el otro (existe una relación biunívoca entre sus elementos, mostrada por cada flecha), y por este motivo nos vemos obligados a aceptar que la cardinalidad de los dos conjuntos es la misma (pues las dos listas tienen el mismo tamaño). A pesar de que intuitivamente aceptamos que los números pares son un subconjunto de los números enteros, y que por lo tanto deberían estar contenidos en ellos, sus cardinalidades, de manera sorprendente, son iguales.

De la misma manera podríamos imaginar más conjuntos tales como los cuadrados de los números enteros, sus triplos, sus cubos, y todos tendrían la misma cardinalidad, pues podríamos establecer relaciones biunívocas entre pares de elementos. De esta manera podremos afirmar, en este caso, que las partes son iguales al todo, por lo menos en tamaño o cardinalidad. Y que el todo humildemente deberá aceptar que su tamaño es igual al de sus partes. Estos desconcertantes descubrimientos fueron realizados por el matemático ruso-alemán Georg Cantor (1845-1918). La cardinalidad de todos estos conjuntos fue denominada por Cantor como Aleph zero (denotada como À0, siendo Aleph la primera letra del alfabeto hebreo).

Los trabajos de Cantor fueron sistemáticamente rechazados por un influyente matemático alemán llamado Kronecker, que era además editor de una importante revista científica de su época. Este obscuro personaje le hizo la vida imposible a Cantor, haciéndonos recordar la bien conocida historia de los compositores Mozart y Salieri, descrita en la película de Milos Forman. No le permitía que sus trabajos fueran publicados, hablaba mal sobre sus ideas en público y no le ayudó a vincularlo a las universidades más prestigiosas de su época. En el caso de Cantor los resultados fueron dramáticos, pues su autoestima fue atingida de una manera directa y contundente, lo que lo llevó a ser conducido a una solitaria y dolorosa muerte en un hospital psiquiátrico.

En el contexto matemático de la teoría de los conjuntos de Cantor, las cardinalidad de los conjuntos que citamos anteriormente como À0 fue colocada como una categoría numérica especial, a la cual se denominó de números transfinitos. De esta manera, el conocido matemático llevó las discusiones antiguas sobre el tema de infinitud a niveles mucho más matemáticos y concisos. Un punto crucial en los trabajos de Cantor fue la descubierta de más números transfinitos, por ejemplo la cardinalidad de los números reales [1] a la cual denominó de C. En este contexto uno de los resultados más importantes de Cantor fue posibilitar demostrar matemáticamente que C es mayor que À0, siendo también posible encontrar más números transfinitos por el camino.

Teniendo en cuenta las ideas de Cantor, el concepto de infinito pasa a poseer dos visiones aparentemente diferentes. En la primera podemos pensar el concepto como un límite que nunca es alcanzado. Por ejemplo nuestro conjunto de número naturales (1, 2, 3, 4, 5,…) puede continuar a ser descrito indefinidamente. Este proceso nunca terminará, sin llevar a tocar un posible último valor, en el infinito. Visto de cierta manera, cada número sería apenas parte de un proceso de generación numérica infinita. En la segunda visión podemos pensar que el límite nunca atingido es un número transfinito (bien específico y sin diferencias con cualquier otro número que podamos imaginar), el cual es infinitamente actualizado, siendo en sí el límite al cual se tiende, pero al cual nunca se llega…Sería para Cantor una cantidad fija constante, más allá de todas las cantidades finitas que podamos concebir o soñar [2].

Si en este escenario existiera una cantidad infinita de números transfinitos tendríamos por lo menos un serio problema para resolver, pues no existiría un número transfinito mayor que todos, o por lo menos nunca podríamos encontrarlo… Sin embargo tendríamos el pleno derecho de crear el conjunto de todos los números transfinitos posibles, al que llamaríamos aquí de Conjunto Inmortal el cual sería también un conjunto infinito. Este conjunto contendría las cardinalidades de todos los conjuntos infinitos que pudiéramos imaginarnos. Y su cardinalidad tal vez sería el último número transfinito posible de ser pensado, atingido, de ser soñado. Parece que Cantor nos negó esta posibilidad y nos dio a entender que esta transfinita inconmensurabilidad numérica no existiría.

Por otro lado, podríamos hacer una intrigante pregunta, ¿será que nuestro conjunto inmortal tendría el privilegio de contener su propia cardinalidad? Obviamente podremos responder sí o no. Si nuestra respuesta es negativa, nuestro conjunto inmortal carecería de alguna cosa, tal vez importante, ya que él debería contener la cardinalidad de todos los conjuntos infinitos (y al fin y al cabo él mismo es un conjunto infinito). Si nuestra respuesta fuera afirmativa, tendríamos una especie de monstruo, una serpiente mordiéndose el rabo, pues tendría su propia fundamental característica dentro de sí. Este tipo de paradojas han sido estudiadas por varios matemáticos en la historia, y algunas de las más famosas fueron propuestas por el matemático y humanista Bertrand Russell en el siglo XX.

En el tema de las imágenes que podemos hacernos sobre el tema de la infinitud podemos encontrar varios ejemplos en la literatura. Jorge Luis Borges se adentró en este tópico de manera sensible e inteligente en variados y maravillosos escritos. La infinitud como proceso, de la primera visión que comentamos anteriormente, la podemos percibir en la narrativa de Las Ruinas Circulares, en donde el mago soñador que intenta crear una criatura en el proceso de soñar, finalmente percibe que él mismo es el sueño que otro mago que sueña. Y esto nos invita a percibir que esta cadena de soñadores puede ser recriada ad infinitum. Por otro lado, la infinitud contenida en un punto del espacio es tema de la narrativa de El Aleph, en donde encontramos todas las cosas posibles, los acontecimientos y los tiempos inseridos en una única, asustadora y vislumbrante singularidad espacial. Aquí se nos asemeja a la segunda visión sobre el infinito, el número aleph como símbolo, con sus características de inconmensurabilidad y mutabilidad, pero al mismo tiempo bien definido y concreto.

Estas potentes características numéricas, espaciales y con atisbos de atemporalidad de los Alephs Cantorianos y Borgianos [3] se nos insinúan también en el conocido poema de William Blake, con el cual dimos inicio a estas divagaciones alrededor de los temas de conjuntos, totalidad e infinitudes.

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[1] Los números reales incluyen los números naturales, los enteros positivos y negativos, así como los números racionales e irracionales.

[2] Una descripción simple sobre la teoría de Cantor y en donde aparece también el poema de William Blake como referencia puede ser leída en: http://www.educ.fc.ul.pt/docentes/opombo/seminario/cantor/conteudos.htm

[3] El tema del Big Bang como acontecimiento singular, el cual nos relata un universo en sus primordios, con la ausencia revelada de la idea de espacio-tiempo, puede ser un insinuante ejemplo de aleph Borgiano (como singularidad espacial y también temporal).

domingo, 2 de mayo de 2010

Energía, ritmo y poesía

En el año de 1929 los astrónomos Edwin Hubble y Milton L. Humason verificaron que el universo estaba en expansión [1], dando origen a las teorías modernas del Big Bang; que intentan convencernos de que el universo tuvo origen en una gran explosión de energía primigenia, en un cierto "momento", en el cual tiempo y espacio aún no existían. Como es de esperarse de una gran explosión, las partículas serían desprendidas a gran velocidad alrededor del centro explosivo, dispersándose en la dimensión del espacio-tiempo que ya en algún momento del proceso se habría manifestadoa velocidades y distancias que podrían ser calculadas por la mecánica clásica Newtoniana, por la mecánica quántica y por la teoría general de la relatividad de Einstein. Sin embargo con los datos colectados por los telescopios, usando diferentes métodos de instrumentación, ha sido percibido que la cantidad de materia observada en las galaxias y aglomerados estelares no es suficiente para explicar por lo menos dos tipos de fenómenos: (a) la velocidad de rotación de las galaxias y (b) la aceleración observada en la expansión del universo.

Para imaginarnos como giran las galaxias podemos pensar en dos platos de sopa colocados uno al frente del otro, de tal manera que los dos juntos formen un tipo de disco volador (pensemos en un OVNI, por ejemplo). Hagamos el ejercicio mental de hacer girar nuestro platillo volador imaginario, el cual está ahora pleno de estrellas centellantes. El problema de la velocidad de rotación de las galaxias consiste en que la mecánica clásica prevé que las estrellas que estén bien cerca del núcleo deberían girar a velocidades pequeñas, y en la medida en que nos desplacemos para los bordes del disco esta velocidad de rotación orbital deberá crecer linealmente (a aceleración constante). Sin embargo a partir de cierto ponto del disco la teoría prevé que esta velocidad tendrá que disminuir hasta alcanzar velocidades pequeñas, cuando estemos ya casi al borde de la galaxia (en este caso, nuestro platillo volador no es un objeto rígido). El problema central es que esto no ocurre así, y para distancias mayores del núcleo galáctico las velocidades de rotación de las estrellas prácticamente permanecen estables.

En este punto los astrónomos y cosmólogos nos dicen que para explicar este fenómeno debería haber una mayor cantidad de materia o energía [2] en las galaxias que aquella observada por los telescopios. Si esta materia existe y no emite en ningún caso luz, para que podamos observarla, es porque no estaría constituida por las partículas elementales que hasta el presente han sido descubiertas por la física quántica, y que conforman lo que hasta ahora hemos denominado de "materia". O sea, como nos dicen los científicos en su lenguaje cuasi-hermético, sería un tipo de materia anormal, o sea una materia no bariónica [3].

Por otro lado, para explicar el fenómeno de la aceleración de la expansión del universo, necesitamos saber de donde estaría saliendo la tal energía para sustentar ese curioso fenómeno. El problema es fácil de percibir cuando imaginamos una explosión súbita de alguna cosa en nuestro cuarto. Los objetos saldrían despavoridos para algún lugar, pero en algún momento comenzarían a caer al piso, sobre nuestra cama o encima del nochero, cuando la energía inicial no conseguiría más mantener el desplazamiento de los objetos. Para explicar el fenómeno de esta aceleración creciente, los científicos se atreven a decirnos que aún debe existir un tercer tipo de materia o energía adicional (ellos la llaman de energía oscura), la cual deberá poseer una propiedad de autorepulsión (imaginemos dos imanes con sus polos positivos uno en frente del otro), lo que permitiría explicar porque la velocidad con la que el universo se expande continua aumentando.

Lo anterior nos indica que nuestros conocimientos sobre tipos de energía y de materia actualmente están en lo mínimo bastante incompletos, y el problema de comprenderlos sería tal vez tema de estudio para las próximas generaciones de terráqueos. El problema en sí no sería tan dramático si no tuviéramos ahora conocimiento de cuales deberían ser las proporciones entre los diferentes tipos de materia y energía para conformar un universo, que funcionara según las observaciones que tenemos en el presente. En este caso, los cálculos hechos por los astrónomos nos dicen que este universo funcional debería tener 4% de materia normal (bariónica), 26% de materia oscura (no bariónica) y 70% de un tipo de energía totalmente inimaginable para la ciencia (con propiedad de autorepulsión, o presión negativa, que compensaría las fuerzas de atracción gravitacionales). Sin estas proporciones materiales o energéticas el universo observado no podría ser explicado.

Como es de esperar, si el universo está conformado por dos tipos adicionales de entidades (energía-materia) con naturalezas aún desconocidas para nuestra ciencia, tenemos el pleno derecho de imaginarnos, como simples legos, que estos mismos tipos podrían conformar también nuestros zapatos, nuestras medias, nuestros libros, nuestros cuerpos, nuestros pensamientos, nuestros sueños, nuestras obras, nuestras letras, nuestra poesía, nuestra arte. Y lo mismo nos diría, de manera contundente, que la materia que conocemos y vivenciamos en nuestro día a día sólo constituiría un triste 4% de nuestras cosas tangibles o intangibles.

La conformación de esta santísima trinidad energética que parece estar también en nuestra naturaleza humanasería fundamental para comprender los procesos profundos de nuestra psiquis y hasta los múltiples fenómenos paranormales reportados en la literatura especializada. Tal vez esta "materia compleja" sería parte de la naturaleza de nuestros espíritus, de los espectros errantes de un cuento de Allan Poe, o de las entidades malditas y celestiales que Dante narró en su periplo acompañado por Virgilio y por la amada Beatriz. En este último caso, esta trinidad hasta nos colocaría cara a cara con la terza rima utilizada en el poema y con los tres ambientes diferentes de la obra cielo, infierno y purgatorio.

Adicionalmente, los fenómenos físicos implícitos en los primordios del Big Bang, con la ausencia del tiempo y espacio, se nos reportan como siendo bastante interesantes y hasta poéticos. En esos cruciales instantes iniciales no habría lugar para colocar nada, ni posibilidad para que los relojes marcaran la hora. Era un universo realmente reciente, el cual nos remite casi irremediablemente a las célebres palabras de García Márquez hablando sobre los orígenes de Macondo: "El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.”

Sin duda en esos indescriptibles primordios ni siquiera habían sílabas, pero al menos existía un silencio, una energía latente que estaba casi pronta para manifestarse en por lo menos tres ambientes energéticos. Súbitamente debió haber ocurrido un impulso, el inicio de un proceso creativo, habría un sonido rítmico creciente, con altos y silencios. Todos los ingredientes que pueden perfectamente constituir un gran poema o una inmortal sinfonía. Tal vez aquel poema o aquel canto ya escrito o grabado, desde tiempos inmemoriales, en nuestras almas, con su métrica, con su ritmo, con su rima o melodía, y que precisa ahora in situser leído, sentido y finalmente descifrado.

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[1] Más detalles sobre el tema del Big Bang y sobre Hubble y Humason pueden ser encontrados en: http://www.comciencia.br/comciencia/index.php?section=8&edicao=50&id=634 y http://www.amazon.com/Cosmos-Carl-Sagan/dp/product-description/0375508325

[2] Tendemos a hacer referencia aquí a los términos materia y energía de manera indiferenciada, ya que los mismos están relacionados por la conocida ecuación: E = MC2.

[3] La materia bariónica está constituida básicamente de protones y neutrones - conocidos como bariones - y de electrones, los elementos básicos que forman los átomos.

jueves, 15 de abril de 2010

Nuevas tecnologías, creatividad y otros detalles

Un poema nunca se termina, solamente se abandona. Tal vez algo similar pueda también ser dicho sobre cualquier actividad artística. Lo anterior aparece como un problema de la creatividad, y que puede traer serios sufrimientos al sujeto que escribe o que ejerce alguna actividad en esta dirección. La ansiedad de seguir escribiendo también puede combinarse con el miedo de no conseguir crear algo nuevo. No hay peor soledad que la del artista en frente de su obra en potencial. Esto sólo se resuelve en el momento de la inspiración, la cual aparece - y se siente - esencialmente como compañía (cuando el artista se integra con algo).

Al publicar un escrito, una pintura o una partitura el artista cierra un proceso, por el mero hecho de hacer pública la obra. En el caso de la poesía, antes de la llegada de los medios electrónicos basados en la WEB, esto era una sentencia de congelamiento de la obra. Hacer revisiones sobre la misma era cosa bastante trabajosa que dependía de editores y de poseer recursos económicos para esto (lo escrito, escrito está…). En el caso de las bellas artes alterar una obra que ya es pública es también una tarea complicada: ¿como retocar una pintura después de expuesta y vendida para algún cliente? En la producción cinematográfica también debe existir problema similar, agravado por todo el proceso industrial que está por detrás de la actividad cinematográfica. En el caso de la música existe al menos una excepción: el jazz. En las obras de jazz existe un amplio espacio para la improvisación (o recreación de la obra); por este motivo en las grabaciones de este género musical es importante reportar el día de la ejecución (esto lo aprendí con mi bohemio amigo y eterno rebelde César Giraldo, durante mi permanencia en Sao Paulo).

En el caso concreto de la poesía, aprovechando los recursos que la tecnología nos permite, el autor puede hacer alteraciones sobre los textos publicados en la WEB. Adicionalmente el poeta cuenta con una serie de herramientas como editores de texto con autocorrección, diccionarios on-line, además de una inmensa cantidad de información que puede ser consultada en cualquier momento. Esto nos puede hacer remitir a una cuota a más en el sufrir de la labor creativa - en el caso de los poetas antes del advenimiento de las nuevas tecnologías: trabajar sobre borradores, usando lápiz o una máquina de escribir, para depurar un poema. Esto era sin duda una labor gigante. No era por acaso que estos artistas cayeran frecuentemente en depresión profunda... En mi caso, me seria imposible hacer algo de literatura sin un computador, pues soy capaz de armar el mayor desorden posible con dos hojas de papel sobre una mesa vacía.

Para finalizar, el hecho del artista hacer pública una obra puede aliviar su tensión, siempre y cuando sea capaz de abandonarla realmente. Sobre todo si es capaz de abandonar el ejercicio de la paternidad o maternidad sobre la obra. No hay persona más feliz y aliviada en este mundo que el artista irresponsable con su descendencia artística: mal padre o mala madre, o ambos.

sábado, 23 de enero de 2010

Poesía y Realidad

Si un escritor quiere decir algo concreto es mejor que deje de lado la poesía y se enverede por los parajes del cuento, de la novela o del ensayo. La razón última de un grande poema es parar el mundo. Y esto no es una metáfora. No queremos decir algo tan directo y tan concreto usando analogías o formas elaboradas con objetivos estéticos.

Nuestro sentido de parar el mundo es literal y no metafórico. Esto nos hace recordar algunos diálogos de Don Juan, el personaje central de las novelas de Carlos Castañeda. Sucede que Don Juan le proponía a su discípulo una serie de pruebas tales como parar el mundo y lanzarse por un abismo, entre otras. Obviamente, necesitamos especificar la realidad del mundo y la especificidad del precipicio propuesto por Don Juan.

Sobre la realidad del mundo podemos citar varias dificultades para abordarla, desde argumentos científicos, filosóficos, espiritualistas y hasta poéticos. Los hindúes la pensaban en el sentido del presente no existente, en el cual se refiere a la dificultad de abordar lo que nosotros denominamos de presente. Por ejemplo si vemos el rostro de nuestra persona amada que está de nuestro lado, esta visión se refiere a la luz que es reflejada en su rostro y que viaja posteriormente a través del espacio hasta llegar hasta nuestra retina. En ese momento la luz se convierte en un señal electro-químico que viaja por el nervio óptico hasta nuestro cerebro. Obviamente la luz tiene una velocidad inmensa, pero es finita. Y por este motivo habrán transcurrido algunos nanosegundos hasta que tengamos algún tipo de información disponible en nuestro complejo sistema cerebro/mente. Para empeorar las cosas, nuestro cerebro gastará algunos otros nanosegundos para procesar la información, hasta que tengamos conciencia de lo que estamos viendo en “ese momento”: o sea la cara de nuestro ser querido. Lo que pretendemos decir aquí, es que estaremos mirando una imagen del pasado.

Todo lo que vemos está en el pasado y esta dificultad está ocurriendo en cada segundo de nuestras vidas. El presente se nos escapa irremediablemente por los tiempos de transmisión y de procesamiento de nuestro sistema nervioso. Por este motivo los antiguos hindúes usaban la conocida frase - mas como un desafío, como un cuestionamiento: “¿quien es capaz de vivir en el presente no existente?”

Si observamos con atención, el problema se nos presenta más grave aún cuando pretendemos conocer el universo, con todos sus objetos conocidos: estrellas, galaxias, agujeros negros, quasars, etc. Los astrónomos saben perfectamente que la mayoría de fenómenos que estudian han ocurrido hace decenas, centenas o millares de años, y lo que podemos observar sobre ellos son meras imágenes de un longincuo pasado, y esto nos hace que inmediatamente aproximemos la astronomía de la arqueología [1].

Por otro lado, sólo podemos ver directamente en una pequeña faja del espectro electromagnético, por ejemplo no podemos ver los rayos infrarrojos, los ultravioleta, los rayos x, gama, etc. Adicionalmente nuestros oídos tienen limitaciones para escuchar sonidos muy graves o muy agudos (por ejemplo los ultrasonidos). Los perros escuchan mejor que nosotros y es bien posible que los gatos o otros animales vean una mayor cantidad de colores [2].

Nuestra mente percibe el universo como imágenes, sonidos y sensaciones, las cuales elaboramos como conceptos mentales, bien limitados por su origen y como fueron procesados por nuestro sistema nervioso. Para resolver este punto necesitamos percibir otra realidad que llamaremos aquí de Realidad. ¿Pero será que ella existe? ¿Y si existe, donde está? ¿Hay algún obstáculo, espacio o precipicio que nos separe de ella?

El yogui Sri Ramana Maharishi preguntaba si nosotros percibíamos alguna diferencia del sentido de realidad entre los estados de vigilia y de sueño profundo. En el estado de sueño profundo no tenemos conciencia de la realidad externa y también no percibimos ningún indicio de realidad interna. No tenemos pensamientos, sueños, todo está parado, y adicionalmente todo está bien. No hay problemas por los cuales preocuparnos ni sufrimiento y por otro lado tenemos un sentido de identidad que no desaparece, no se rompe en el tránsito de ese estado hasta la vigilia (y viceversa). Podemos apreciar que las limitaciones impuestas por los conceptos de tiempo y espacio también desaparecen de manera súbita. El universo está parado, el espacio deja de existir. Esa Realidad existe y lo único que necesitamos es traerla al estado de vigilia. Llamaremos a este posible proceso de elaboración de “hacer la Realidad consciente”. Sólo para expresar una idea o una tarea que podamos abordar.

Vemos que en este sentido la gran dificultad está en nuestra propia mente, que no para de pensar, de crear constantes e interminables diálogos internos. Ella es la que no deja parar el universo, la que impide que la Realidad emerja en el sujeto como Conciencia.

Finalmente, podemos decir que la poesía se escribe en nuestro universo humano con palabras y con silencios, los cuales el poeta maneja adecuadamente para crear un efecto concreto: tocar el lector en los más interno, en lo más profundo de su ser. Más que hacerlo reflexionar, pretende que el lector pare por algunos segundos, abriendo un espacio para percibir esa Realidad, que no tiene limitaciones físicas, pues está más allá del universo que percibimos y más allá de las ideas que discursamos mentalmente. Nos es por acaso que los poetas le canten a la noche, a la noche profunda, a la noche cíclica, a la noche tranquila, a la noche estrellada, en donde las vivencias de esa Realidad se hacen potenciales; se hacen posibles por la quietud de la mente que se abre a los preámbulos del estado del sueño profundo, en donde intuimos nuestra verdadera identidad, ilimitada y eterna (más allá del espacio-tiempo…).

Para vivenciar esa realidad necesitamos parar el mundo y tener coraje de lanzarnos a ese precipicio (o tal vez cruzarlo con profunda entrega). Y ésto se nos se nos presenta como un amoroso llamado, latente y actuante; esa sonrisa de bienvenida, esos amorosos brazos abiertos... Un llamado compasivo que sólo nos pide algo de desapego y de un mirar atento y tranquilo. Y que no nos habla con metáforas pues usa el lenguaje más directo que se nos haya sido ofrecido. Ese silencio amoroso que toca poeticamente el corazón.


----------------------------notas --------------------------------------------

[1] Esto nos permitiría hablar mejor de “arqueología del universo”, mejor que usar simplemente el término “astronomía”. Lo peor de todo es que esto se aplica también (tal vez en menor escala dramática) a todas las percepciones que vemos y sentimos a cada instante, de proveniencia interna o externa.

[2] Podemos imaginarnos aquí qué cantidad de obras de arte podrían haberse creado con estas posibilidades que nuestros sentidos no consiguen detectar: otros colores, texturas, etc. O qué otras innumerables sinfonías hubieran podido ser compuestas con una nueva e inmensa variedad de sonidos, que serían posibles de ser transmitidos en la forma de ondas sonoras.

miércoles, 13 de enero de 2010

Un comentario sobre Avatar (la película)

No es la conciencia la que determina la vida, es la vida la que determina la conciencia”. (Karl Marx)

Asistir a la película del director y productor James Cameron ha producido en nosotros una reflexión general sobre lo que ocurre actualmente en nuestro planeta. En este difícil contexto, podemos citar como hechos concretos y actuales las reincidentes guerras fraticidas, el fanatismo constante permeando la política, la religión y hasta la propia ciencia; esta última producto de duros ciclos de evolución en diferentes áreas del conocimiento.

Hablando sobre el tema del fanatismo podemos observar algunos aspectos que pueden describir su morfología. En este caso, prestaremos especial atención a la emoción del miedo. No es un miedo cualquier del que estamos tratando aquí, pues se nos presenta, en este caso, como un miedo que está más allá del peligro de desaparecer, de perder la vida o la conciencia, causado por un dolor insoportable y mortal. En verdad la emoción que aparece entrelazada en el fenómeno del fanatismo es el miedo a la condena eterna, al dolor eterno del cual nadie ni nada nos podrían salvar. En este caso se nos presenta, adicionalmente a la figura de la víctima, la figura del salvador. Obviamente, si el dolor y la catástrofe a las cuales tememos tienen estas características de atemporalidad (por su eternidad) e infinitud (por su intensidad) la figura del salvador se nos presenta con vital urgencia. En esta extraña situación no hay espacio dentro de nosotros para observar nuestro entorno, interno y externo, sobre el cual podríamos observar la totalidad del fenómeno (o sea, no tenemos distancia). Adicionalmente, no existe la posibilidad de observarnos a nosotros mismos con profunda y amplia honestidad.

Intentando describir esta sutil arquitectura emocional podríamos observar en la dualidad condenado/salvador un vacío que necesitamos elaborar: el sujeto. Este término podrá ser contrapuesto al binomio condenado/salvador si conseguimos elaborarlo de manera adecuada, por lo menos ésta es nuestra hipótesis. Podríamos intentar en este caso abordar el tema del sujeto condenado. En este escenario podríamos preguntar: ¿quien está o puede ser condenado a tan temerario sufrimiento?

Obviamente, la pregunta puede tener una respuesta rápida: yo, tú, nosotros… Pero si observamos este tipo de respuesta detenidamente veremos que ella no nos responde adecuadamente y termina por parecernos trivial. Al final, la misma no elimina nuestro inconmensurable temor a una posible infinita y eterna condena.

Si queremos discernir sobre el sujeto tendremos que abordar el tema no desde el punto de vista conceptual, pues los argumentos que podamos esgrimir no dejarían de ser meras ideas, elucubraciones en el campo intelectual que, con razón, siempre nos dejarían inseguros. Esto puede ser entendido desde el punto de vista de que todo argumento tiene un punto débil, el cual puede ser atacado. Esto nos da la clara sensación de que no existen verdades definitivas y que siempre podremos modificar, rebatir y mejorar las opiniones que tengamos sobre cualquier cosa (al fin y al cabo es algo muy humano…).

En el área de la matemática la incomodidad con los argumentos resulta obvia, sobre todo después de los trabajos de Kurt Gödel, famoso matemático austriaco (1906-1978). Lo que Gödel demostró con un famoso teorema es que cualquier sistema lógico, basado en un número finito de principios básicos (que los podremos llamar aquí de axiomas) y que sea garantidamente siempre consistente (o sea sin la existencia de contradicciones) irá a contener afirmaciones -teoremas- que nunca podrán ser probadas, dentro de las reglas propuestas. Este resultado parece ser bien dramático, pues nos señala que en cualquier sistema matemático formal y rigorosamente propuesto existen teoremas que jamás podrán ser demostrados, o afirmaciones que no podrán ser definidas como verdaderas o falsas… Esto nos indica que ningún sistema lógico/matemático se basta a sí mismo, y que no posee la capacidad de “autocomprenderse completamente”. En este caso será necesario crear un sistema mayor y más completo para comprender el menor. Y esto nos muestra que siempre necesitaremos de sistemas cada vez mayores y complejos para comprender totalmente lo que vengamos a proponer, en una cadena interminable que vera las fronteras de la infinitud.

Esta impactante descubierta de Gödel [1] aumenta nuestra desconfianza en respuestas argumentativas sobre temas complejos, como aquellos relacionados con la identidad o con el abordaje del tema del sujeto. En este caso podremos afirmar que temas con estas características son trascendentales y que para ellos necesitaremos de otros tipos de herramientas o abordajes, que tal vez dejen de ser conceptuales [2].

Respuestas apropiadas al tema del sujeto y sus connotaciones, como por ejemplo responder a aquella pregunta sobre qué realmente somos, tendrán que ser dadas sin ideas, sin pensamientos, sin teologías, y no tendremos otra salida sino la de buscar directamente en la fuente, o sea, dentro de nosotros mismos. Si las ideas o las herramientas intelectuales no nos satisfacen plenamente tendremos que ir más allá de ellas, silenciarlas, por lo menos temporariamente, de manera delicada y cuidadosa. Y esto será decidido por cada uno de nosotros, sin imposiciones. Sin ideas ni argumentos como base de nuestra experiencia de identidad, o de sujetos, el fanatismo deja de existir, desaparece súbitamente, deja de tener sentido (las emociones tenderán a equilibrarse por la elaboración silenciosa). No tendremos sectas, y hasta las propias religiones tendrán que encaminar sus fieles a sumergirse en el silencio, en donde no hay padre ni pastor, ni guía que den sermones o explicaciones sobre los textos sagrados, pues lo sagrado será vivido en ese espacio y de manera silenciosa, por cada uno, sin intermediarios [3].

A esta experiencia le podremos dar un nombre, que no la explica. La podremos llamar de Conciencia. Pero es solo un nombre para nombrar algo que no puede ser dicho, ni definido, ni abordado.

En la película Avatar tenemos, entre otros, estos temas: el sujeto, el salvador, la conciencia. Tenemos una civilización invasora, sin conciencia (o con un nivel muy bajo de la misma), como las que invadieron América desde la conquista española, portuguesa, inglesa, holandesa, francesa… Y una civilización con un grado de conciencia mayor, que podría haber sido extinguida, pero tal vez la Conciencia permanecería (buscando nuevas formas para manifestarse). La Conciencia es la salvadora, pues no se refiere a un sujeto específico o a un pueblo determinado. Ella liga la naturaleza como un todo, incluyendo todos los seres y reinos. Y da oportunidad para todos sin diferencias de clase, raza, color, especie, proveniencia...

Y ahora hasta podríamos responder a la famosa frase de Marx diciendo que “es la Conciencia la que salva y da sustentación a la Vida”.

---------------- notas ---------------------------------------------------------------

[1] El trabajo de Gödel ven siendo reconocido como una de las más grandes contribuciones científicas del siglo 20, junto con la relatividad, la física quántica y las bases de los mecanismos que rigen el genoma.

[2] La diferencia entre un lenguaje matemático y nuestro lenguaje coloquial se establece en el nivel del formalismo. Un lenguaje matemático es definido por axiomas y reglas de inferencia que garanticen que todas las proposiciones puedan ser demostradas como verdades o falsedades. En el lenguaje coloquial existe un amplio campo para contradicciones. En el desarrollo de la ciencia la adaptación del lenguaje coloquial a formas más bien definidas y precisas fue esencial, por lo menos históricamente.

[3] Existe un problema para conectarse con la Conciencia y de hecho se hace necesaria una ayuda. Esto nos hace recordar el mito de Ariadne, Teseo y el minotauro. Ariadne entrega el hilo y la espada al héroe que le permitiría regresar sano y salvo después de matar el minotauro. Para adquirir la conciencia tendremos que matar lo que impide su real manifestación en el sujeto (llamaremos a este impedimento de ego), usando la espada dada por el amigo espiritual (al que llamaremos aquí de Maestro). Para regresar sanos y salvos usamos la guía dejada por el Maestro (su rastro, el hilo, su mano sagrada) que se nos presenta como Conciencia pura manifestada.