lunes, 1 de febrero de 2016

Sobre música, palabra y cerebro


Carlos, eso que me dices sobre la física básica, de que la materia es una forma gruesa de la energía, me hace recordar lo que siempre he sentido con relación a la música y el lenguaje. Si la materia es energía tangible por los sentidos, el lenguaje, y la literatura, son la música condensada, notas solidificadas, y el peso físico es su significado. Con la música podemos contar historias sin objetividad; pero una palabra es material, y hasta podría descalabrar una persona. Una nota musical es algo leve como un neutrino, esa partícula cuántica que me explicaste hace algunos días, pues sólo puede incomodar un ser humano por su intensidad, no por su significado. Podemos armar guerras verbales, pero no guerras musicales.

Con esas palabras César Giraldo daba, hace casi dos décadas, un diagnóstico inicial a mi problemática creada al intentar encontrar asociaciones entre los universos musical y lingüístico. Sin embargo, en el universo musical, existen matices misteriosos, como el sonido producido por notas tocadas simultáneamente, denominadas de acordes, en donde en algunos casos pueden sonar desagradables para el oído humano, por algunas características físicas que entran en el campo de sicoacústica. 

Obviamente, para lidiar con la música y con el lenguaje existen dos sentidos comunes y esenciales: el oído, y el habla - y sus consecuencias. Pero en la estructura cerebral existen cosas concretas que vienen siendo descubiertas por científicos que trabajan en esa área fascinante, llamada de neurociencia. Necesitamos escuchar y comprender palabras y melodías; pero con las palabras nuestro cerebro necesita resolver cosas importantes, bien definidas en la lingüística. Generalmente en lingüística se pueden diferenciar tres temas de manera clara. El primero se refiere a los aspectos léxicos del lenguaje. El segundo se refiere a las estructuras de las frases, los aspectos sintácticos. Y el tercero está asociado a los aspectos semánticos, los significados de los textos. 

Con respecto al funcionamiento del cerebro, el primer aspecto (el léxico) está asociado al vocabulario, que se aprende de manera gradual desde niño y se almacena en diferentes regiones del cerebro, tal como el lóbulo prefrontal y en el hipocampo. El segundo (el sintáctico) está asociado a una región específica del cerebro denominada de área de Broca. El tercero aspecto (el semántico) viene vinculado a otra región denominada de área de Wernicke. Pues bien, los últimos descubrimientos nos dicen que las personas con lesiones en esta región (afasia de Wernicke) no consiguen crear frases con oraciones subordinadas, además de no entender el significado de lo que escuchan. Este tipo de composición gramatical compleja representa un aspecto recursivo y circular, asociado a esta área. 

Este aspecto de composición lingüística, garantizado por el área de Wernicke, es el que permite construir frases dentro de otra, como estudiado en los tratados de gramática, y comúnmente denominado de oraciones subordinadas; por ejemplo en esta frase: “Pedro el escritor, que vive en Paris, tiene un perro blanco”. En este caso la expresión subordinada “que vive en Paris” representa un aspecto de recursión, una característica circular, una frase dentro de la otra, o mejor, una frase que llama otra. Y la recursión tiene una representación matemática en la forma de una función que se llama a sí misma, lo que representa una característica de circularidad, de retorno, también esencial para la vida, a nivel celular, como nos lo afirma el neurobiólogo Humberto Maturana y el físico Amit Goswami, y que es fundamental para la música y la poesía. 

Con respecto a la característica de recursión y circularidad el lingüista Noam Chomsky y el neurocientífico Marc Hauser examinaron, en un famoso artículo, todo el campo de la psicolingüística hasta el comienzo del siglo 21, concluyendo que casi todos los aspectos del lenguaje podían también ser observados en otras especies, acepto el aspecto recursivo mencionado anteriormente. 

Pero hablando de cerebro y música podemos decir que las funciones musicales parecen estar más generalizadas en el aparato cerebral, con multiplicidad en la localización, mostrando diferentes asimetrías, envolviendo el hemisferio derecho para la altura, timbre y discriminación melódica, y el hemisferio izquierdo para los ritmos, identificación semántica de las melodías y otras funciones asociadas a la percepción musical. Por lo que se sabe las estructuras envueltas también permanecen autónomas, siendo diferentes de aquellas relacionadas con el lenguaje. Esto es comprobado en la clínica, en donde pacientes que llegaron a tener disturbios en el habla (afasia) guardan sus habilidades musicales, así como personas que pierden sus habilidades musicales (amusia) pueden mantener intactas sus funciones del habla. 

En el sentido de buscar el eslabón perdido entre la música y el lenguaje Stefen Mithen (citado por Oliver Sacks) introduce una idea fascinante en la discusión, afirmando que el hombre de Neandertal poseía una forma de representación y de comunicación que sería una especie de protomúsica y protolenguaje mescladas, con la habilidad intrínseca del oído absoluto (que discutiremos después). Podríamos imaginar que este tipo de lenguaje poseía un número limitado de frases, que podían diferenciarse entre sí por su entonación musical. El desarrollo posterior del lenguaje articulado (por un mecanismo de evolución), proveyó reglas sintácticas más refinadas, permitiendo así decir un número ilimitado de frases. Como consecuencia de esto el lenguaje se independizó de la música, y el oído absoluto habría desaparecido, como un padrón de nuestra especie. 

El oído absoluto es raro en el ser humano actual, sólo algunas personas lo poseen, siendo perceptible en músicos notables, como Mozart y Beethoven, y permite que las personas sean capaces de percibir e identificar una nota con precisión, con respecto a una escala musical, sin tener un tono producido por un diapasón como referencia, como lo haría la mayoría de los músicos. Una persona con oído absoluto puede identificar inmediatamente si un estornudo fue ejecutado en si menor, o si una mujer está llorando en alguna disonancia usada en el jazz o en bossanova. 

Según nos relata Oliver Sacks, debe existir un periodo crítico para el posible desarrollo del oído absoluto, tal vez alrededor de los 8 años edad, aproximadamente en la misma época en que perdemos la habilidad de aprender un segundo idioma sin tener algún acento extranjero. Es bien posible que el oído absoluto esté relacionado con algunas características de ciertas regiones del cerebro, pero éste es un territorio siendo aún explorado por neurocientíficos. 

Con respecto a la música podemos decir que todas las melodías existentes son compuestas de un número limitado de notas, siendo que entre una nota y otra existe un intervalo de frecuencia que puede ser estudiado desde el punto de vista de la sicoacústica. Aquel conjunto de notas que usan los músicos para construir sus melodías es denominado de escala, o modo. La escala representa una reserva mínima de notas, en donde las melodías son combinaciones de estas últimas explorando las sonoridades, definidas por los compositores. Las escalas varían dependiendo del contexto cultural, y podemos ver ejemplos claros de diferentes en las músicas china, árabe, hindú, la música de las tribus indígenas, llegando a la música occidental. Por qué la evolución prefirió escalas en vez de una percepción continua del sonido es aún un tema de debate científico. 

De manera general los músicos diferencian la música como modal, tonal y pos-tonal. Las músicas modales son basadas en las escalas, siendo reiterativas, repetitivas, circulares, pela manera como crean sus matices en torno de una tónica, muchas veces haciendo variaciones rítmicas y acentuales en torno de una nota de referencia fija; basta verificar las creaciones musicales árabe e hindú para percibir esta estética. De esta manera, las músicas modales circulan en un universo pseudoestático en donde la tónica y la escala fijan un territorio a ser explorado musicalmente. 

Este esquema se invierte en la música tonal, una creación occidental, con la sedimentación del concepto y uso de los acordes, en donde el ritmo tiende a permanecer constante, como un suporte métrico, mientras que la tónica puede dislocarse, transitando por diferentes lugares, a través de mecanismos de modulación. Por otro lado, la música tonal presenta un universo de progresiones, basado en la simultaneidad de notas (los acordes) transitando por diferentes regiones a través de situaciones de tensión y de solución, representadas por funciones musicales, que se resuelven por el retorno a un centro tonal. Esto puede ser percibido fácilmente por un guitarrista iniciante, cuando acompaña una melodía haciendo acordes. El acorde inicial suele ser la tónica, que puede ser substituida progresivamente por otros acordes, que crean tensiones y que tienden a llevar la melodía al acorde inicial. Pero como todo sistema creado por los humanos debe entrar en crisis en algún momento, las limitaciones del paradigma tonal han llevado a los músicos, en las últimas décadas, a explorar nuevas posibilidades, llevando a diferentes tipos musicales, como el serialismo, el minimalismo y a otros ismos de la musicalidad. 

Una relación entre la evolución musical y literaria me fue dada por César Giraldo, cuando discutíamos sobre el surgimiento de la armonía musical después del renacimiento. Para mi amigo esa verticalización de la música, intrínseca al paralelismo de notas, como ocurre en los acordes, representaba una característica nítidamente occidental. Para mi amigo este hecho era tan determinante como la emancipación de la narrativa y de la música con respecto a la poesía, que ocurre entre los siglos XII y XIV, más o menos cuatro siglos antes de la aparición del tratado de sobre armonía musical escrito por Jean-Philippe Rameau, al comienzo del siglo XVIII. En ese sentido el paralelismo era el camino escogido por occidente, finalizado con el aparecimiento de las artes cinematográficas y audiovisuales. 

Sin duda la separación entre música y literatura fue una consecuencia natural de la modularidad e independencia de las funciones lingüística y musical en nuestro cerebro. De la misma manera el desarrollo de la música tonal fue consecuencia de la capacidad de nuestro cerebro de identificar un tono básico (por ejemplo una  tónica) en un conjunto definido de notas musicales tocadas simultáneamente. 

Obviamente la estructura del cerebro funciona como un tipo de arquitectura, como lo observan los diseñadores de computadores. Inclusive estos personajes viven en nuestros días inspirándose en el cerebro para el proyecto de procesadores y circuitos digitales avanzados, pues en este sentido nuestra estructura cognitiva funciona de manera modular, en donde cada parte es independiente, con alta capacidad de troca de comunicación con las otras, y con un funcionamiento asíncrono. Esto último significa que no existe un director de orquesta central (un reloj global) para controlar el funcionamiento global del sistema. O sea que nuestro cerebro es sincronizado, pero no es síncrono tal como entendido por los ingenieros de computadores. La forma de cómo la evolución permitió llegar a ese tipo de estructura es aún un tema polémico para los científicos, donde existen varias teorías, todas explicando sólo partes del fenómeno. 

Un punto importante es verificar cómo los ingenieros de procesadores diseñan sus máquinas, teniendo en cuenta que la actividad de procesar algo exige un hardware específico y un conjunto de instrucciones básico, que puede ser ejecutado en esa arquitectura. Por increíble que parezca, los ingenieros primero definen el conjunto de instrucciones básico que podrá ser ejecutado (ISA: Instruction Set Architecture), que es determinado como un lenguaje primario a ser entendido y  ejecutado por la máquina, para después diseñar el hardware apropiado para ejecutar estas instrucciones. Cuando le explique esto a César, mi amigo respondió: "es eso, la música (con sus posibilidades modal, tonal, atonal y variantes) y la literatura (con sus posibilidades de recursividad y circularidad) ya existían antes del proyecto de nuestro cerebro, antes de la existencia de los homínidos. El mecanismo de evolución sólo buscó la arquitectura necesaria para ejecutar la música y la literatura, de manera independiente, eficiente y simultánea. Por eso te digo que esa conocida frase bíblica debería ser modificada así: al principio era el arte…”

Cuando le indagué sobre el tema de la palabra ser música solidificada, tal como me había sugerido meses antes, el viejo amigo respondió: "claro mijo, la música es precursora de la literatura. Y si ese tal de Lacan dice que el inconsciente es estructurado como un lenguaje, dígale para verificar si no hay notas musicales vagabundeando en la cabeza de sus pacientes".