martes, 26 de diciembre de 2017

Información y Textos

Escribo estas páginas de espuma
No para el hombre orgulloso
Que se aparta de la luna enfurecida
Ni para los muertos de alta estirpe
Con sus salmos y ruiseñores,
Mas  para los amantes, sus brazos
Que abrazan  dolores de los siglos,
Que no me pagan ni me elogian
E ignoran mi oficio o mi arte.

(Dylan Thomas)


(A la memoria de mi caro amigo Carlos E. Martínez,
colega del curso de lógica digital)

Cierta vez le comentaba a César Giraldo sobre el surgimiento de las teoría de la información, a partir de los trabajos de Claude E. Shannon y Warren Weaver, y que quedó sedimentada al comienzo de  los años 50. Realmente los conceptos matemáticos sobre lo que es información fueron planteados originalmente por Shannon en un artículo publicado en 1948. Claude Shannon era un matemático que tuvo la originalidad de estudiar ingeniería eléctrica. Cuando hizo su maestría decidió aplicar la lógica de Boole (que ya conocía como matemático) para sistematizar el diseño de sistemas de conmutación, aquellos basados en relés: esos sistemas que se abren y se cierran (tal como los interruptores para la luz), que sólo tienen un sí o un no para decirnos,  que permiten abrir o cerrar las puertas de nuestras casas,  sin estados intermediarios. Al hacer esta proeza inventó la lógica digital, que es la base de los computadores, de la WEB, de las ciberculturas, y tal vez del gatillo que suscitaría el fin de la literatura.

Con estos resultados de Shannon quedó claro el concepto de codificación: podemos representar un conjunto de símbolos en forma de números binarios, conjuntos de ceros y unos (por ejemplo: 1011011). Lo que nos permite codificar las letras (y por tanto los nombres) de cualquier cosa como cadenas binarias, códigos definidos a priori por matemáticos y científicos de la computación. 

Si el esperanto fue inventado por un oftalmólogo polaco (Ludwik Zamenhof), el lenguaje digital fue escrito secretamente por científicos, funcionando muy bien en el background del mundo de la informática. En este sentido el sueño de Zamenhof, de consagrar un idioma universal, fue plasmado en el mundo digital, casi de forma anónima,  y sólo sabiamente entendido por informáticos y  máquinas computadoras.

La idea fundamental de Shannon fue concebir que mensajes podrían transportar mayor o menor grado de información, igual que los camiones cuando llevan sus cargas de una ciudad para otra (aquí hablaríamos de emisores y receptores de los mensajes). Los mensajes serían los vehículos con sus cargas, que tendrían un mayor o menor valor.

Es curioso que en una teoría matematizada de la información el término de "valor" aparece de manera intrínseca: un mensaje es más valioso tanto cuanto  menos probable sea su emisión por una fuente. Poemas tienen más valor que los chismes en una reunión de comadres, pues son más raros de acontecer  que cualquier bochinche.

En la teoría de Shannon existe un emisor, un canal y un receptor para cada mensaje. Sin embargo alguna cosa parece suelta, pues la cadena de dígitos binarios que codifica los símbolos del mensaje sirve tanto como vehículo y contenido, al mismo tiempo. O sea, la digitalización es el medio, y la virtualización, de nuestra  visión del mundo,  sería el mensaje para nuestros tiempos. Y aquí la máxima de McLuhan viene a la superficie  de manera intrigante: “el medio es el mensaje”.

En este sentido, el noble Shannon dio su paso fundamental: unió la teoría de la probabilidad, inventada por Laplace (el primer prototipo del científico moderno) con el mundo de la información. Y así los mensajes eran para Shannon símbolos codificados en lenguaje digital, algunos con más valor que otros, dependiendo de la probabilidad de ser lanzados para un canal de comunicación.

Y así el mundo digital inventado por Shannon permite ahora (y cada vez más) almacenar cantidades inimaginables de información, con las invenciones de la industria de la microelectrónica, consiguiendo recopilar fácilmente informaciones en el orden de los terabytes o petabytes (números monstruosos); lo que ha permitido eliminar la necesidad de separar la paja del trigo. La memoria digital, la nube, la WEB lo comportan todo, lo banal y lo trascendente,  y por lo tanto el trabajo de discernir se hace cada vez menos estimulante. 

Y aquí vendría la sospecha de César Giraldo: en el mundo pre-digital la memoria era escasa y la literatura se hizo necesaria (oral o escrita), como medio de preservación de la cultura. Los mensajes  más valiosos, y por lo tanto menos probables, fueron separados y resguardados por los críticos de cada época, para preservar la humanidad. Y la calidad del texto estaba ligada directamente al valor de la sobrevivencia cultural. Y la relación entre la estética y lo sagrado era apurada. Y aquí la crítica tenía una labor más noble que en los días de hoy, pues preservar lo humano, como tal, es mucho más importante que resguardar la industria editorial contemporánea.

Un punto importante en la teoría de Shannon es que el tamaño de cada mensaje depende de cómo cada símbolo es codificado. Si queremos que un mensaje sea transmitido de manera eficiente tendremos que asegurar que su tamaño sea el más mínimo posible. Así los ingenieros codifican cada símbolo dependiendo de su probabilidad. Por ejemplo, la letra “a” es un símbolo con una alta probabilidad de aparecer en cualquier texto (en la mayor parte de las lenguas indoeuropeas), y así, para ser económicos, lo mejor sería  darle un código con pocos bits. Y así en los símbolos (y también mensajes) con alto valor (y menor chanche de aparecer) podremos extendernos en su codificación.  Y esto es la base de las técnicas de compresión y compactación de información usadas en la ciencia de la computación.

Esta relación entre mensaje, código y texto (y por lo tanto literatura) es bastante rica y merece ser explorada. Nuestro proprio cerebro genera, codifica e recibe mensajes, con procesos cada vez más conocidos por los neurocientíficos, con un mecanismo bien sofisticado de memoria, y con un sentido del valor. Para César Giraldo la poca necesidad de discernir llevaría no sólo al declino de la música, de la poesía y del arte en general, sino también a los problemas éticos que estamos sufriendo actualmente: “la ética es producto del sentido común, y éste del discernimiento, decía”. En este sentido sugería que mensajes con poco valor en la psiquis del individuo llevarían a relaciones sin amor. O mensajes sin amor tendrían poco valor agregado.

Y posiblemente podamos deambular un poco  en la relación entre ego e información, pues en esto César tenía su propia versión: “el ego es información y la conciencia el DVD”. En esta dirección el DVD de César abarcaría lo escrito y lo no escrito, así como el propio soporte mediático de la información.  Tal vez lo que nos falta es conocer el piso sobre el cual nuestra información está escrita, la media silente que soporta la palabra, fluctuando en el mar de pausas y silencios, la propia poesía (las páginas de espuma del poeta D. Thomas); tal como nos lo insinuó el yogui Ramana Maharishi.

Y cuando le pregunté  más concretamente a  César sobre la relación entre amor e información, respondió escabullido y rápido: “mijo, la respuesta a esa cuestión sale fuera de los límites del texto, y tal vez hasta del propio arte. Es posible que allí esté ese sentido de trascendencia que tanto te pica, como una buena urticaria en la piel”.