domingo, 2 de mayo de 2010

Energía, ritmo y poesía

En el año de 1929 los astrónomos Edwin Hubble y Milton L. Humason verificaron que el universo estaba en expansión [1], dando origen a las teorías modernas del Big Bang; que intentan convencernos de que el universo tuvo origen en una gran explosión de energía primigenia, en un cierto "momento", en el cual tiempo y espacio aún no existían. Como es de esperarse de una gran explosión, las partículas serían desprendidas a gran velocidad alrededor del centro explosivo, dispersándose en la dimensión del espacio-tiempo que ya en algún momento del proceso se habría manifestadoa velocidades y distancias que podrían ser calculadas por la mecánica clásica Newtoniana, por la mecánica quántica y por la teoría general de la relatividad de Einstein. Sin embargo con los datos colectados por los telescopios, usando diferentes métodos de instrumentación, ha sido percibido que la cantidad de materia observada en las galaxias y aglomerados estelares no es suficiente para explicar por lo menos dos tipos de fenómenos: (a) la velocidad de rotación de las galaxias y (b) la aceleración observada en la expansión del universo.

Para imaginarnos como giran las galaxias podemos pensar en dos platos de sopa colocados uno al frente del otro, de tal manera que los dos juntos formen un tipo de disco volador (pensemos en un OVNI, por ejemplo). Hagamos el ejercicio mental de hacer girar nuestro platillo volador imaginario, el cual está ahora pleno de estrellas centellantes. El problema de la velocidad de rotación de las galaxias consiste en que la mecánica clásica prevé que las estrellas que estén bien cerca del núcleo deberían girar a velocidades pequeñas, y en la medida en que nos desplacemos para los bordes del disco esta velocidad de rotación orbital deberá crecer linealmente (a aceleración constante). Sin embargo a partir de cierto ponto del disco la teoría prevé que esta velocidad tendrá que disminuir hasta alcanzar velocidades pequeñas, cuando estemos ya casi al borde de la galaxia (en este caso, nuestro platillo volador no es un objeto rígido). El problema central es que esto no ocurre así, y para distancias mayores del núcleo galáctico las velocidades de rotación de las estrellas prácticamente permanecen estables.

En este punto los astrónomos y cosmólogos nos dicen que para explicar este fenómeno debería haber una mayor cantidad de materia o energía [2] en las galaxias que aquella observada por los telescopios. Si esta materia existe y no emite en ningún caso luz, para que podamos observarla, es porque no estaría constituida por las partículas elementales que hasta el presente han sido descubiertas por la física quántica, y que conforman lo que hasta ahora hemos denominado de "materia". O sea, como nos dicen los científicos en su lenguaje cuasi-hermético, sería un tipo de materia anormal, o sea una materia no bariónica [3].

Por otro lado, para explicar el fenómeno de la aceleración de la expansión del universo, necesitamos saber de donde estaría saliendo la tal energía para sustentar ese curioso fenómeno. El problema es fácil de percibir cuando imaginamos una explosión súbita de alguna cosa en nuestro cuarto. Los objetos saldrían despavoridos para algún lugar, pero en algún momento comenzarían a caer al piso, sobre nuestra cama o encima del nochero, cuando la energía inicial no conseguiría más mantener el desplazamiento de los objetos. Para explicar el fenómeno de esta aceleración creciente, los científicos se atreven a decirnos que aún debe existir un tercer tipo de materia o energía adicional (ellos la llaman de energía oscura), la cual deberá poseer una propiedad de autorepulsión (imaginemos dos imanes con sus polos positivos uno en frente del otro), lo que permitiría explicar porque la velocidad con la que el universo se expande continua aumentando.

Lo anterior nos indica que nuestros conocimientos sobre tipos de energía y de materia actualmente están en lo mínimo bastante incompletos, y el problema de comprenderlos sería tal vez tema de estudio para las próximas generaciones de terráqueos. El problema en sí no sería tan dramático si no tuviéramos ahora conocimiento de cuales deberían ser las proporciones entre los diferentes tipos de materia y energía para conformar un universo, que funcionara según las observaciones que tenemos en el presente. En este caso, los cálculos hechos por los astrónomos nos dicen que este universo funcional debería tener 4% de materia normal (bariónica), 26% de materia oscura (no bariónica) y 70% de un tipo de energía totalmente inimaginable para la ciencia (con propiedad de autorepulsión, o presión negativa, que compensaría las fuerzas de atracción gravitacionales). Sin estas proporciones materiales o energéticas el universo observado no podría ser explicado.

Como es de esperar, si el universo está conformado por dos tipos adicionales de entidades (energía-materia) con naturalezas aún desconocidas para nuestra ciencia, tenemos el pleno derecho de imaginarnos, como simples legos, que estos mismos tipos podrían conformar también nuestros zapatos, nuestras medias, nuestros libros, nuestros cuerpos, nuestros pensamientos, nuestros sueños, nuestras obras, nuestras letras, nuestra poesía, nuestra arte. Y lo mismo nos diría, de manera contundente, que la materia que conocemos y vivenciamos en nuestro día a día sólo constituiría un triste 4% de nuestras cosas tangibles o intangibles.

La conformación de esta santísima trinidad energética que parece estar también en nuestra naturaleza humanasería fundamental para comprender los procesos profundos de nuestra psiquis y hasta los múltiples fenómenos paranormales reportados en la literatura especializada. Tal vez esta "materia compleja" sería parte de la naturaleza de nuestros espíritus, de los espectros errantes de un cuento de Allan Poe, o de las entidades malditas y celestiales que Dante narró en su periplo acompañado por Virgilio y por la amada Beatriz. En este último caso, esta trinidad hasta nos colocaría cara a cara con la terza rima utilizada en el poema y con los tres ambientes diferentes de la obra cielo, infierno y purgatorio.

Adicionalmente, los fenómenos físicos implícitos en los primordios del Big Bang, con la ausencia del tiempo y espacio, se nos reportan como siendo bastante interesantes y hasta poéticos. En esos cruciales instantes iniciales no habría lugar para colocar nada, ni posibilidad para que los relojes marcaran la hora. Era un universo realmente reciente, el cual nos remite casi irremediablemente a las célebres palabras de García Márquez hablando sobre los orígenes de Macondo: "El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.”

Sin duda en esos indescriptibles primordios ni siquiera habían sílabas, pero al menos existía un silencio, una energía latente que estaba casi pronta para manifestarse en por lo menos tres ambientes energéticos. Súbitamente debió haber ocurrido un impulso, el inicio de un proceso creativo, habría un sonido rítmico creciente, con altos y silencios. Todos los ingredientes que pueden perfectamente constituir un gran poema o una inmortal sinfonía. Tal vez aquel poema o aquel canto ya escrito o grabado, desde tiempos inmemoriales, en nuestras almas, con su métrica, con su ritmo, con su rima o melodía, y que precisa ahora in situser leído, sentido y finalmente descifrado.

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[1] Más detalles sobre el tema del Big Bang y sobre Hubble y Humason pueden ser encontrados en: http://www.comciencia.br/comciencia/index.php?section=8&edicao=50&id=634 y http://www.amazon.com/Cosmos-Carl-Sagan/dp/product-description/0375508325

[2] Tendemos a hacer referencia aquí a los términos materia y energía de manera indiferenciada, ya que los mismos están relacionados por la conocida ecuación: E = MC2.

[3] La materia bariónica está constituida básicamente de protones y neutrones - conocidos como bariones - y de electrones, los elementos básicos que forman los átomos.

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