lunes, 12 de febrero de 2024

Una breve discusión sobre dos temas de Cioran

(1)

«Creo que el politeísmo, como visión religiosa, se opone a la intolerancia; la tolerancia no es posible en un sistema monoteísta. Sería contradictorio. Si solo existe un dios no puede haber más que una verdad; si existen más dioses, hay más verdades. En consecuencia, la tolerancia solo se concibe a partir de un cierto escepticismo. No hay verdad absoluta, sino muchas verdades, muchos pareceres. En el politeísmo se toleraban, más o menos, todas las religiones, excepto el cristianismo. ¿Por qué? Porque el cristianismo es intolerante. Todo monoteísmo implica necesariamente intolerancia.» (E. M. Cioran)

Comentario: aquí Cioran se refiere a la libertad de credo, a no someterse a una verdad absoluta. El problema de estas vertientes del pensamiento es pensar que el paso del politeísmo al monoteísmo se da únicamente por una imposición de fe, y no por una insuficiencia conceptual, que se traduce en la tendencia imperativa de una «unificación». En la ciencia se puede percibir este hecho como algo necesario y raramente contestado: de buscar una visión unificada del conocimiento. En la física verificamos que llevamos décadas intentando unificar en una sola teoría cuatro ideas: fuerza gravitatoria, fuerza electromagnética, fuerza nuclear fuerte, y fuerza nuclear débil, y hasta ahora solo tenemos resultados parciales. Pero no hay evidencias de que no se pueda llegar a una unificación: es un problema abierto, como se dice en la ciencia de la computación, y a nadie en sano juicio se le ocurriría condenar esta tentativa.
        En otra perspectiva, el esfuerzo de unificar la visión relativista con la visión cuántica implica en romper algunas barreras: la física cuántica usa conceptos de espacio y tiempo que son clásicos, mientras que la física relativista usa conceptos de energía y materia también demasiado clásicos. Así, el problema es que no conseguimos deshacernos del todo de la visión newtoniana, de que lo que percibimos con nuestros sentidos es lo real. En matemática y computación la unificación juega varios papeles, digamos que tiene varios abordajes: encontrar soluciones que satisfagan un conjunto de ecuaciones, encontrar modelos que agrupen varios modelos aparentemente independientes (simplificación), o encontrar sustituciones en variables de formulaciones lógicas que permitan que dos o más fórmulas sean iguales (y pueden haber otros significados).
        Sobre esta visión, de lo que es unificación en sus múltiples aspectos, podemos ver las diferentes áreas de la ciencia como visiones, entrelazadas únicamente por un hilo: el método científico. Tal vez  podríamos ver el politeísmo como enfoques del mundo entretejidos por nuestra limitación fundamental, aquella que llamamos «mortalidad». Así, el paso del politeísmo al monoteísmo pode ser visto como un procedimiento de unificación, buscando una visión más simple, que dé sentido a la complejidad de existir como sujetos.
        De esta manera, la crítica al monoteísmo debe ser centrada más en su carácter violento; digamos, de hacer una sustitución de una variable por otra de manera forzada, de manera errada. No se puede sustituir un dios parcial por un dios total, sin usar procedimientos adecuados, sin que dicha sustitución sea una imposición, sin que la misma sea impostora. Sustituir un dios parcial por un dios total estaría más parecido al proceso de inducción lógica (ir de lo particular para lo general), tan criticado por Popper, tan difícil de entender como la gravedad cuántica o como la teoría de las cuerdas, por lo menos para nosotros, simples mortales.
        No queda claro se Cioran afirma que nunca hubo imposición violenta en el politeísmo, pues es siempre problemático determinar si las llamadas guerras santas (que puedrían envolver visiones monoteístas o no) no llevan ocultas un lastre de intereses económicos (en la visión marxista); o viceversa, si las guerras por intereses económicos no son inducidas por motivos ideológicos, que pueden emerger envolviendo pulsiones religiosas.
        Sobre la relación de tolerancia con el escepticismo (como lo trata Cioran), podemos pensar en el concepto de «completitud» en lógica, desde el punto de vista de la parafernalia axiomática: «un sistema axiomático completo es aquel en el cual se puede demostrar o refutar cualquier afirmación dentro del sistema utilizando las reglas y axiomas del mismo». Esta idea nos asegura que no existen lagunas en el sistema, y que todas las afirmaciones son decidibles dentro de ese marco teórico. 
        El problema es que hay fundamentos contundentes en el sentido contrario a la completitud axiomática y sus consecuencias: Kurt Gödel demostró que a partir de un conjunto de axiomas sin contradicciones entre sí, existen enunciados que no se pueden probar ni refutar a partir de ellos. O sea, hay teoremas que son verdaderos y no pueden ser demostrados a partir de las bases de cualquier sistema axiomático que podamos proponer. Esto introduce de manera formal la universalidad de la «incompletitud» (por lo menos en la matemática) y, por consecuencia, de la «duda» (una posible fase del escepticismo): esa boca abierta que mantienen los poetas al caer de un verso nocturno. Coloco aquí la «duda» como un posible soporte al «misterio», ese algo irresoluto al que debemos deponer todas nuestras inocuas armas. Si hay dioses, sus imágenes deberían evocar esta duda cotidiana. Si hay un dios universal, deberíamos inventar una iconografía sagrada de esta duda categórica, tal vez como alternativa, o complemento, a la duda metódica cartesiana. Esa bendita perplejidad que puede salvarnos del peor de los pecados: el fanatismo.

(2)

«Pero ahora voy a referirme al aspecto positivo del suicidio. Al suicidio como acto. El cristianismo ha privado al hombre de un recurso extraordinario. El peor crimen del cristianismo es haber condenado este acto, ya que, al hacerlo, ha condenado al hombre. ¿Qué significa pensar en el suicidio? ¿Por qué –me dicen– no se ha suicidado? Porque para mí el suicidio –pese a haber sentido muchas veces la tentación de matarme– no implica la idea de desaparecer, sino la de poder soportar la vida. El suicidio es una especie de salvación. Al pensar “de mí depende el hecho de desprenderme de todo”, se tiene la sensación de ser único y, por consiguiente, uno se sabe libre, en el pleno sentido de la palabra. El cristianismo, pues, le ha quitado al hombre esta gran posibilidad. En este sentido, y no solo en este, el paganismo es infinitamente superior.» (E. M. Cioran)

Comentario:  Es difícil creer que el suicidio represente el supra-summum de la libertad, pues solo simboliza un dedo que aprieta un gatillo que ya fue accionado en el momento en que nacemos. Todo lo que vive muere, esa es la ley de la naturaleza, repetía Gerardo Schmedling a sus alumnos. Y en la discusión de nuestra ilustre mortalidad siempre encontramos un culpado: el tiempo. A este respecto, los físicos nos dicen que no hay sentido en hablar de términos tan usuales como presente, pasado y futuro, pues en las ecuaciones de cualquier sistema dinámico no hay cómo diferenciar estos elementos. 
        También hay indicios sobre formulaciones matemáticas (en la física actual) en donde la variable «tiempo» es ausente: no es necesaria pues no tiene expresividad. El único vestigio sobre la existencia de una flecha del tiempo, que va del pasado para el futuro, es algo que llaman «entropía» (la segunda ley de la termodinámica). O sea, el tiempo está relacionado con la producción de calor que siempre ocurre en procesos irreversibles. Pero esta misma ley es formulada en contextos probabilísticos (y no determinísticos), o sea, el calor va, con una probabilidad mayor, de regiones más calientes para regiones más frías. Y como toda formulación probabilística, esto implica en una pulga detrás de nuestra oreja que nos dice algo como esto: esta enunciación existe así por que hay ignorancia (tal vez otra faceta de la incompletitud). En efecto, el físico Carlo Rovelli sugiere que la entropía aparece solo por nuestra visión parcial de los hechos. Esto puede envolver, por carambola, de que lo que conocemos como «tiempo» puede ser una sutil ignorancia de algo que desconocemos.
        Sin importar si el tiempo existe o es una ilusión, nuestra mortalidad tiene una ventaja: nos libra del tedio de tener que ser eternamente el mismo personaje. El mismo Borges, después de viejo, decía algo como esto: «estoy ya cansado de ser Borges.». Y no se necesita ser un minotauro porteño para ver algo tan positivo en nuestros irreversibles desencarnes.


Nota: Textos de Cioran extraídos de: https://www.elviejotopo.com/topoexpress/sobre-el-suicidio/

(Carlos Humberto Llanos)

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