miércoles, 9 de junio de 2021

De las Ciencias, de las Tecnologías y del Arte


La ciencia descubre, la tecnología inventa, el arte crea. La ciencia es la arqueología de los fundamentos de lo que existe, de lo ya creado; la genealogía de algo que permaneció oculto. Descubrir es ir atrás de lo ya existente, de lo que permanece cubierto y, por lo tanto, de incógnito.
    Inventar tiene como etimología el prefijo in (hacia dentro), ligado al verbo venire en infinitivo latino, y con su supino ventus; siendo que este último tiene también su contraparte como sustantivo: el viento, o un soplo de suerte, o algo así. Y haciendo una pequeña composición podríamos insinuar algo como: siendo el viento, el buen agüero que viene desde adentro.
    Crear tiene origen en el infinitivo latino creare, con el sentido de engendrar, de parir, de dar a luz, de cuidar, de nombrar alguien para un cargo. Se crea a partir de algo, y con el perdón de los creacionistas ortodoxos. Por lo tanto, queda más fácil entender el por qué el arte siempre estuvo ligado con la tecnología (y mucho más ahora) pues el viento, que viene de adentro, se parece más a un eólico parto, que engendra algo de lo preexistente.
    No hay arte sin tecnología pues en la caverna de Altamira hubo la invención previa de la tinta y de los artefactos que permitieron pintar en los muros —pura tecnología. La escritura fue posterior a la invención del alfabeto, a la palabra hablada, y nos atreveríamos a pensar que el lenguaje oral es una de las primeras tecnologías de la comunicación. Si fue invención o creación es otra historia.
    Si hablamos de tecnología, ciencia y sociedad podemos verificar que las revoluciones sociales están ligadas con revoluciones tecnológicas, y estas últimas a descubrimientos científicos, en una relación de recursividad: un descubrimiento científico suele generar nuevas tecnologías y una nueva tecnología suele apalancar una nueva descubierta científica. Podemos verificar que revolución francesa puede ser atribuida a las tecnologías desarrolladas por la revolución industrial, que forjaron nuevas clases sociales y nuevas relaciones de trabajo.
    Pero las presiones sociales suelen surgir de lo cotidiano, en donde los personajes inventores de los cimientos tecnológicos son estimulados, o presionados, a desarrollar nuevas formas de pensar, o sea descubrimientos científicos. Y aquí tenemos el problema de saber si lo que pasa es que una tecnología genera una transformación social, o un descubrimiento científico genera una nueva tecnología, o si es al contrario; pues podemos caer fácilmente en el problema del huevo y la gallina.
    Generalmente asumimos las revoluciones tecnologías como revoluciones industriales, pero el problema es que el concepto de industria ha cambiado con el tiempo, así como el concepto de trabajador (y con el perdón de los marxistas). Los ingenieros industriales y de producción han acuñado el término de industria 4.0, en donde se incluyen nuevas formas de producción, envolviendo formas de trabajo no concebidas con anterioridad, abordando tecnologías como la inteligencia artificial y la robótica. Así, lo que conocemos como fábrica, su layout y logística, no se parece, o se parecerá, con los nuevos conceptos de fábrica, pensados de acuerdo con las nuevas formas de organización, envolviendo procesos descentralizados, autónomos, con alto grado de comunicabilidad, y en donde se puede trabajar remotamente.
    Si miramos una línea del tiempo podemos colocar la máquina de vapor, los motores de combustión interna, la electricidad, los motores eléctricos, la electrónica, las comunicaciones inalámbricas, la telefonía, el computador, la microelectrónica, la ingeniería de materiales, el circuito integrado, el desarrollo de interfaces hombre-máquina, el desarrollo de nuevos sensores, la neurociencia, la inteligencia artificial y realidad aumentada. Y todo esto confluye en el teléfono celular actual. Nunca antes hubo un producto con tantas tecnologías integradas en un único dispositivo, y que cabe en una de nuestras manos.
    Muchas de esas tecnologías eran protagonistas de películas de ciencia ficción hasta hace pocos años. En este aparato de comunicación tenemos las funcionalidades de un computador sofisticado junto con las capacidades de transmisión y recepción, envolviendo algoritmos sofisticados de modulación; sin pensar en pantallas planas e interface por toque y voz, incluyendo técnicas de reconocimiento de voz e imagen. Y todo esto ocurre veloz e imperceptible, en donde perdemos hasta el derecho a la sorpresa. Ese crecimiento rápido para nuestra percepción puede ser visto como un incremento exponencial, que bien más rápido que el linear, con aceleración creciente, lo que nos lleva aprisa a valores que no caben en nuestras cabezas.
    Ese fenómeno de integración lo observamos también en la robótica, en donde intentamos simular comportamientos del cerebro humano, incluyendo los problemas que nuestro cerebro resuelve de manera fácil. Por ejemplo, cuando llegamos a una sala somos capaces de reconocer los objetos en ella, de saber en qué lugar estamos localizados y actualizar ese mapa en tiempo a cada instante. Ese problema de localización y mapeamento realizados de manera simultánea es duro de roer en el área de la ciencia de la computación, y por lo tanto en la robótica. En esta área es conocido como SLAM (del inglés Simultaneous Localization and Mapping). Así en un robot vemos incorporados aspectos sofisticados de la mecánica fina, de la inteligencia artificial, de la visión computacional, de la interface hombre-máquina (HCI, del inglés Human-Computer Interaction), y por supuesto del SLAM. O sea, la integración de tecnologías es evidente.
    En el fenómeno de integración podemos observar también que algunas tecnologías absorben otras, tal como ocurrió en la telefonía en donde el teléfono fijo ha sido desplazado por los celulares, que también tienden a sustituir los PCs. Lo mismo parece acontecer con la industria automotriz en donde el vehículo convencional será absorbido por la robótica, si pensamos que un vehículo autónomo no es más ni menos que un robot transportador de humanos y de las cosas. Y el transporte de palabras se queda a cargo de la web y de sus redes sociales.

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